Alguien dijo alguna vez que la lluvia es buena porque limpia el mundo, pero también te recuerda que la naturaleza casi siempre gana, el pelotón empapado, tedioso y sufrido como soldados en marcha forzada para afrontar esta carrera dura dura como cada año, y muy esperada por el aficionado al ciclismo puro y duro.En la carrera se pudo ver al reciente ganador de la Amstel caerse e irse lastimado, esas cosas ocurren en esta carrera, el asunto de la Flèche Wallonne se definió en el muro, casi todos los que han caminado por allí saben que la curva que dobla a la izquierda, donde el muro se inclina al 19%, no es otra cosa que una pared muy corta que invita al ciclista a subirse desde el suelo a un edificio de cinco pisos en 15 metros.Tadej Pogačar no esperó allí, esperar era para los otros, los que creían que el asunto era aguardar para atisbar la llegada, el campeón no espero, no espero ni a su propia sombra, miro, pregunto y dijo a todos que se marchaba para linea de meta, era el momento y así fue, se marcho.El primero que quiso intentar algo parecido a un ataque fue Ben Healy, joven y temerario, el marcó el ritmo, Pogačar lo miraba ya no a rueda, sino casi al costado, en esa curva donde el asfalto parece inclinarse hacia el infierno, Pogačar atacó, los demás lo vieron irse, Evenepoel supo que no todas las Ardenas serían para él, Pidcock no se atrevió a seguir aquella sombra, Nys tampoco.Pogačar subió solo, la espalda recta, las piernas moviéndose como si fuera una subida más, doscientos metros de ventaja tal vez en la llegada mostraron que el ciclismo tiene, como deporte, cierta cercanía a algo bélico, con los brazos abiertos entro en meta, como un hombre que no sabe si aquello fue un triunfo, fue un gran triunfo y los demás llegaron uno a uno derrotados.
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