miércoles, 10 de agosto de 2022

ESPERANZA NEYRA, PIONERA DEL CICLISMO FEMENINO.

Esperanza Neyra puede presumir de pionera, de haber sido la primera mujer berciana en hacer ciclismo de forma reglada, de haber corrido de forma tan competitiva que los padres tenían miedo a que sus hijos varones se sintieran humillados por llegar a su rueda o de no haber dudado en dejar el deporte de élite en la cima a dos años vista de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 porque en su vida había otras prioridades, antes era una familia el ciclismo valorábamos más el abrazo que el trofeo, una carrera con muchas sonrisas y alguna lágrima.
Ser pionera, con ‘a’ de femenino, también dejó sinsabores y sinrazones, cuenta para relatar cómo convenció a su madre para regalarle por aprobar COU una bicicleta Orbea Sollube roja con la que acudió a Toral de los Vados, emocionada por el recuerdo, los ojos se humedecen, época donde ganar no recibías premios por ser mujer, los patrocinadores de las carreras alegaban que una mujer no era bien vista recoger el premio o ser ganadora, eran tiempos de cambio, ser mujer parecía una condena.
Aquí las ciclistas éramos chicos con pendientes, apunta al rememorar aquellas primeras carreras, con Emilio Villanueva entrenador fue el catalizador hasta que Esperanza Neyra acude a Salou (Tarragona), vuelve con un quinto puesto y recibe la llamada del potente Seat-Orbea vasco, yo sin Emilio no habría hecho ciclismo nunca, aprendí todo y me recomendó que aceptara la oferta y aprendiera todo lo mas posible.
Participante en tres tours por distintas partes de Francia (uno con el Seat-Orbea y dos con la selección española, con la que llegó a estar preseleccionada para el Mundial de 1987), Esperanza Neyra vivió la otra cara de la moneda del reconocimiento en el País Vasco. “Allí a las ciclistas nos llamaban por el nombre”, subraya, sólo permaneció una temporada en el Seat-Orbea para volver otro año a la Peña Villanueva, que había derribado fronteras mentales de las federaciones para poner el ciclismo femenino en el escaparate, para ir forjando un equipo potente que llegó a contar con ciclistas casi de todo el país.
Esperanza Neyra ya había decidido colgar la bicicleta tras casarse a finales de 1990 con el también ciclista Pedro Merayo, que amoldó sus condiciones para hacer que esta rodadora marcara una época en el ciclismo femenino, sin pensarlo dejaría la bicicleta, sin mirar el futuro, tan solo a dos años de las olimpiadas de Barcelona 92, antes de decir adiós  ganara la clasificación de la montaña en una Vuelta al País Vasco
Neyra, que sigue amando tanto el ciclismo, se pregunta por qué todavía hay premios muy diferentes para hombres y mujeres en determinados deportes, luchadora nata, siempre cerca de sus compañeras de equipo, recuerda consejos de su entrenador, consejos de su madre que tanto la ayudo para triunfar en el ciclismo, recuerda sus primeras bicicletas, lo que lucho, un largo silencio y los ojos se llenan de lagrimas de felicidad, "fui muy feliz sobre la bicicleta".

 

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